Un área muy pequeña de la Cordillera de Mérida en los Andes Venezolanos es el hogar natural de un peculiar sapito conocido popularmente como “la ranita amarilla de La Carbonera”. Los científicos lo llaman Atelopus carbonerensis y es endémica de Venezuela, por lo que no se encuentra en otro lugar del planeta. En el pasado fue muy abundante y se contaba por miles en los bosques nublados de La Carbonera, San Eusebio y sus alrededores en el estado Mérida. Su color amarillo semejaba pepitas de oro entre los tonos verdes y cobrizos del suelo forestal. Algunos investigadores la colectaron de manera desmedida y por eso cientos de ejemplares se encuentran hoy fríos e inertes formando parte de algunas colecciones biológicas en el país. Había tantas ranitas que nadie pensó que un día su ausencia sería notable. Pero lo que no se cuida, tarde o temprano puede perderse, y eso pasó con esta joya de nuestra biodiversidad.
Durante la década de la década de los años 90 del siglo XX, comenzó a notarse una disminución progresiva de las poblaciones de esta ranita. Se activaron las alarmas porque mundialmente otras especies de anfibios también manifestaban esa misteriosa declinación en sus ambientes naturales. ¿Qué estaba pasando?
Desde su creación en el año 1999 la Fundación AndígenA mantuvo el Proyecto Atelopus entre sus líneas de acción con el objetivo principal de estudiar y auspiciar la conservación de la ranita amarilla de La Carbonera. Durante más de una década estuvimos buscando a esta especie sin éxito aunque gracias a nuestra labores de educación ambiental y participación comunitaria otras personas se se interesaron en reconocer la importancia biológica de la rana y la necesidad de ubicar alguna población natural para su estudio y resguardo. Al comienzo del proyecto nuestra inquietud fue conocida por el Doctor en geografía Carlos Dávila, quien amablemente nos compartió las fotografías de una ranita amarilla que él había tenido la fortuna de observar en las inmediaciones al Páramo El Tambor durante el mes de agosto del año 1998. La importancia de aquel valioso registro fue advertida y publicada por los investigadores Denis Alexander Torres y César Barrio-Amorós. Desde entonces ese registro figuró como la última observación conocida y avalada con evidencia fotográfica de la especie. Aunque durante varios años se llevaron a cabo muchos recorridos buscando a la ranita y se les preguntó insistentemente a los lugareños la suerte no se manifestó.
La notable ausencia de la ranita amarilla fue destacada y por eso fue clasificada como EN PELIGRO CRITICO de extinción en el Libro Rojo de la Fauna Venezolana. Con el tiempo, algunos investigadores incluso comenzaron a sospechar de su extinción hasta que un día… ¡Eureka!; uno de los antiguos asistentes de campo del Proyecto Atelopus tuvo la fortuna de observar un individuo vivo en su ambiente natural. La historia de ese y otro avistamiento está incluida en la siguiente nota científica recientemente publicada por César Barrio-Amorós y Denis Torres. De esta manera, queda en evidencia la gran capacidad de resiliencia de la ranita amarilla de La Carbonera que insiste en no desaparecer de nuestra tierra.