Compartimos este cuento de Renato Agagliate publicado originalmente en el número 264 (Año XXVII) de la Revista Tricolor (Revista Venezolana para Los Niños), octubre de 1976. Caracas, Venezuela.
CORAZÓN DE DANTA
Por Renato Agagliate
La Danta salió del caño y echó a andar derecho, derechito, como hace ella, hacia el corazón de la selva. Pero, bueno… ¿será que la selva tiene corazón? No sé… La que sí tenía, y bien grandote, era esta Danta que acabo de mentar: un corazón tamaño lechosa, color moriche, sabor a yuvía…
Recta e incontenible, iba hacia el comedero, cuando desde una rama le dijo un sietecolores:
– Tía Danta: ¡párate un instante y mira qué bello plumaje tengo! Dicen que mis alas fueron injertadas con el arco iris.
– No puedo – contestó la Danta, y siguió.
– Un ratico tan solo – suplicó el pajarito – mis colores pondrán luz de alegría en tus ojos tristes.
Pero la Danta, como si nada, seguía andando.
Más adelante le salió al paso un arrendajo.
– ¿Qué te parece esta melodía? – le dijo cantando. – ¡Párate un momento, que te tengo guardado lo mejor de mi repertorio!
– No puedo – respondió la Danta, siguiendo por su camino.
– ¡Escúchame por lo menos el preludio! – rogó el Pájaro. – Te dejará el corazón sonoro como un raudal de miel de aricas.
Pero la Danta iba adelante, ciega y sorda a todos los encantos de la selva.
“Hambre de otra cosa tengo yo – pensaba: – porque leche, antes que música y colores, me van a pedir mis crías”.
– Tía Danta, Tía Danta: párate, párate! – gritó de pronto una poncha asustada. – Por poco me matas con esas patotas de parature.
– ¡Pararme! ¿Para qué? – preguntó la Danta, ya obstinada. ¿Acaso para admirar lo fea que eres o lo feo que cantas?
– No, Tía Danta. Eso no; sino para que no sigas por ahí. ¡Detente, por Dios, y sigue por otro lado!
– ¿Por qué?
– Porque, si sigues derecho, vas a aplastar los pichones que me acaban de nacer. Tú sabes que yo no puedo volar y que, por eso, hago el nido en el suelo.
– ¡Verdad! – dijo, deteniéndose, la Danta. – Ya que de eso se trata, voy a coger por aquí.
Torció y dio un largo rodeo para llegar a su comedero.
Atrás quedaron los ponchitos piando; y más adelante, la Danta comiendo pendare contenta, contenta, con aquel corazonzote tamaño lechosa, color moriche, sabor a yuvía…
VOCABULARIO
La danta o tapir acostumbra andar recta por la selva cuando tiene una meta determinada, sin reparar en bejucales ni espineros que se le opongan.
La lechosa – según la mitología yanomama del Alto Orinoco – es un regalo que hizo a los indios la danta, antiguamente, cuando era persona.
Yuvía es el nombre venezolano de una nuez que se da sólo en el Alto Orinoco y el cercano Brasil y que internacionalmente se conoce como nuez del Pará o del Brasil.
Arica. Abeja de miel dulcísima llamada en otras partes de Venezuela erica.
Parature. Árbol de madera durísima.
Pendare. Fruta del Alto Orinoco, apreciada por animales y personas.